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Bosquecillos de acacias, puestos de trecho en trecho,
Calan el horizonte, al dibujo sensible.
Zumba un oro ligero, mas sin cuerpo visible.
Hay arriba un zafiro ahuecado por techo.


En el verdoso lago, donde el pétalo ambula,
Señoriales, los cisnes, enarcados, navegan;
Finas columnas blancas se reflejan y juegan
A encontrarse en el agua, que las tuerce y ondula.


Como hace miles de años flota un áspero aliento
De mediodía, y bajo mi planta destructora
La gramilla aplastada no se duele ni llora;
Pugna por levantarse sobre el brazo del viento.


Como hace miles de años sube de las corolas
Un venenoso, dulce y profundo llamado:
Paréceme que algo va a serme revelado.
Retrocedo en el tiempo. Queman las amapolas.


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