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la dulzura,
ni en el ruiseñor que trina,
ni en el raudal que murmura.

Aprende el aura á ser leve
de su planta,
y, para formar con nieve
su garganta,
le dió el cisne el atavío
de su pluma,
lumbre la aurora, y el rio
su plata, cristal y espuma.

No sigas mas la inconstante
mariposa,
enamorada y errante
niña hermosa,
que al fln vendrá á ser cautiva
de tu llama,
si aun amorosa, aunque esquiva,
la luz de los cielos ama.

Y aunque aspira de mil flores
la fragancia,
no imites en tus amores
su inconstancia:
que al fin de tanto vagar,
suele, hermosa,
entre las flores hallar
la yerba mas venenosa.