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CLXXVI
Obras de Shakespeare.

bién lo más grande, lo más noble y lo más bello en la vida humana, debe, como observa Ulrici, eser victima del dólor, de la miseria y de la muerte, en cuanto se ponga en pugna con la fatali dad ineludible de esa necesidad moral.»

«Lo trégico en Shakespeare (sigue Ulrici) ensiste invariablemente en el sufrimiento, las decepciqnes y la ruina finat de lo grande, noble y bello en el hombre; aiempre á consecuencia de su propia deb:lidad, de su incompleto concepto de las cosas ó de sus injusticias, en cierto modo disculpables, al tratar de dirigirse á lo bueno, belio y licito.» La ruina es segura, aun deseando sólo satisfacer buenas pasiones, cuando un caráctor se encastilta en un especial.derecho, desconociendo les derechos de los demás.

Romeo y Julieta tenían razón al querer completarse mutuámente enlazándose on sagrado matrimonio; pero no la tenfan para prescindir de la autoridad palerna. El judio Shylock tenía derecho, en virtud de su extravagante pacto con Aatonio, á arrancar á éste uoa libra de su carno; pero Do á causarle la muerte de resultas.

Y como Shakespeare 8e proponía reflejar la naturaleara, mostrar á la virtud su verdadero semblante, al vicio su imagen propia, y ajustarse á la forma y presióa de todos los siglos y euerpos del tiempo; y como, además, el dramatisla insigue no era leólogo, ni jurisconsulto, ni rábula, ni po'iciaco, ni lenfa nada que vor con las gradaciones de penalidad de los ebdigos de criminalidad, resulta que, sabiamente, siempre s: atuvo á las lecciones de la experiencia diaria y á los ejumplos vivos de la naturaleza en todos los siglos y, cuerpos del tiempo, lcs cuales testidean que el mal, fuera de los códigos penales, no es proporcional 1 la acción mala; antes bien, de iacidente en incidente, de trausgresión en transgresión crece y se ensancha á veces