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CXLIX
Estudio preliminar

lo primero que le viniera en talante y buena volúntad? Loa entendimientos más menguados y las malevolencias más diminutas pusteron, pues, manos «á la fácil tarea de encontrar de fectos»; y la critica (passez-moi le mot) descendió al pivel de la complacencia en la maltgnidad.

Los criticos de la escuela clásica, no eneajando SBAKE- SPEARB 'en sus reglas del arte, sentian unos ira de que faese tan bueno, y otros tiernisimas lástimas de que bubiera excelencias inimitables en sus continuados extravios; pero tos estímulos eran nobles, dignos los apasio- Bamientos, y todos rendían rcverente culto á las sublimidades del Genio sin igual. Pero los pigmeos del criterio individual no senlían más que la insensata vanidad de disentir de todo el mundo, de distinguirse yendo.contra la corriente, y de manifestar so importancia atreviéndose contra el Gigante por euantos medios sugiere el acecho de la pequeña malignidad.

No he de mencionar las diatribas de los chicos: ya estáo enterradas. Pero algunas eminencias que carecfan de todo sentido poético se coligaron con los pequeños en su obra de detractación; y siquiera de una de ellas algo he de meacionar.

Thomas Rymer (1639, + 1743) editor de la gran coleceión de doeumentos referentes á las negociaciones y tratos de Inglaterra con las demás naciones, titulada Federa, hombre á cuya vastísima erudieión debe inmensamente la historia de su patria, ofrece un notable ejemplo de quien se pone á bablar de cosas para las cuales se necesitan facultades que no tiene:-sordo de nacimiento, decidiendo de armonías:-ciego á nativitate, juzgando de colores. La critica ha progresado tanto en este siglo, que bastará sólo citar, sin comentarios, el juicio de Rymer sobre Otelo