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Estudio preliminar

superior suyo; jcomo si el ver. manchas en el sol equivaliera á ser astro engendrador de vida! Por lo demás, zquién resiste á la tentación de ser doctarado, de un golpe y por unanimidad, discreto, entendido, pulcro, eximio y monstruo de erudición recóndita y abstrusa, por la no muy dificil tarea de haber examinado un códice escondido, ó baber dado algunos pasos para poder hablar, de visu y con pormenores, de una edición casi agotada, y de la cual se sepa y conste que sólo existe en tal ó tates bibliotecas públicas ó privadas un ejemplar, ó dos todo lo más... pues el lanee pierde todo su mérito como el número de documentos legue á la docena del fraile?[1].

Pues de esta clase de sabios imbéciles hubo abundaneia infeliz en el pasado siglo dedicada á la fácil larea de encontrar faltas; y lo peor del caso á enmendarlas. No es diffcil señalar un arañazo en el bruñido de una estatu2: al que lo encuentre no será posible negarte el heebo: pero ique nunca sus inhábiles nianus traten de enmendar la imperfección, porque en el acto desaparecerán la pureza de los contornos y la armunia de las formas, aun suponiendo, por imposible y absurda concesión, que al invisible detrimento no añadiesen muchos más![2] Los bibliógrafos modernos dividen en dos clases á los editores de Shakespeare en el sigio xvur y á los secuaces de que ellos eran corifeos.

Rowe, Pope, Theobald y Johnson pertenecen á la prime-


  1. ​ History of opiaion, ya citada.
  2. ​ Por desgracia, no siendo más que piedras, lenían siempre en la memoria lu comparación de Horacie: Ergo fungar vicecotis, aculnm Reddere quæ ferrum valet, exsors ipsa secandi: Munus et officium, ail scribens ipse, doceb.