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MORALISTAS GRIEGOS.

semblante las personas de mucha edad. Y, por último, otras muchas cosas de este jaez se le pondrían delante, las cuales no pueden ser del gusto de todos, sino sólo de aquel que se ha hecho familiar la naturaleza y tiene ejercitada la mente en la verdadera contemplación de sus obras.

Hipócrates, habiendo curado á muchos de grandes males, enfermando él mismo, al cabo murió.

A muchos predijeron la muerte los Chaldeos, y no por eso dejó de llegarles su día y destino fatal. Alejandro, Pompeyo y Cayo Cesar, habiendo tantas veces destruído desde los cimientos muchas ciudades, y habiendo degollado en campo de batalla muchísimas millaradas de infantes y caballos, al fin también fallecieron ellos mismos. Murió Heráclito de enfermedad de hidropesia y cubierto de estiércol vacuno, sin que le preservase una prolija disertación sobre el último incendio del universo. Demócrito[1] murió comido de piojos; y piojos, bien que de otra casta, quitaron la vida á Sócrates[2]. ¿Pero á qué viene todo esto? á qué ha de venir: te embarcaste[3], hiciste tu viaje, llegaste al puerto: desembárcate, que si es para vivir[4] otra vida; ni aun allá[1] Sólo M. A. da esta muerte pedicular á Demócrito, todos los otros le hacen morir de puro viejo. Laërt. lib. 1x.

[2] Es gracioso el chiste con que M. A. llamó á Anito y Melito, piojos, que acabaron con Sócrates, aludiendo á la calumnia que le levantaron, ni es cosa desusada el dar á los hombres viles el nombre de estos insectos sucios y molestos.

[3] El símil era muy del gusto de los filósofos, que comparaban la vida con la navegación y la muerte con el arribar al puerto.

[4] Aun dado caso que los estoicos estuviesen persuadi-


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1
  4. 4,0 4,1