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MORALISTAS GRIEGOS.

nidad, con franqueza, con entereza y justicia; po niendo en calma tu corazón, desembarazado de cualquiera otro cuidado y pensamiento. Y podrás ciertamente ponerlo en calma, si hicieres cada acción en particular, como si ella fuere la última[1] de tu vida, libre de toda temeridad, libre de todo afecto contrario á los dictámenes de la razón, libre de ficción de amor propio y de displicencia en las disposiciones del hado. No ves, cuán pocas máximas son aquellas, que bien practicadas bastan para norte de una[2] feliz navegación en el mundo y entable de una vida casi divina? porque los dioses se darán por satisfechos y bien servidos de aquel que estas cosas observare.

Tú, oh alma mía, te deshonras[3] á tí misma; te lo vuelvo á decir, te deshonras á tí misma; ni te haces cuenta, que no tendrás más tiempo de adquirirte aquel honor que á tí misma te debes, porque nin- [1] Consejo familiar á los estoicos. Séneca, Ep. 114.

Quidquid facies, respice ad mortem. No hay duda, que un tácito presentimiento del juicio divino en la hora de la muerte haría por entonces cautos y recelosos aun á los que que quizá no lo esperaban.

[2] Son muy familiares á los estoicos estas voces &úpous Bioc éúpora toJ Blor utpsiv cuando intentan significar una vida feliz en que todo sucede prósperamente tomando la metáfora de un buen viaje ó de una feliz navegación. Tienen muchisima razón, en que pocas máximas y aun menos letras son necesarias para vivir arregladaniente: Paucis est ad mentem bonam litteri (Senec., ep. 106), pero no se fundan bien en dar tanta fuerza á la razón, que pueda sin el socorro del cielo túp, xal Oea&n Biboa Blov.

[3] El texto se corrige por una especie de reprensión y no de exhortación irónica, que no son del gusto severo de nuestro filósofo las ironias.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1