Todo mi ser consiste en una porción de carne, espiritu y mente que es la parte principal. Déjate ya, pues, de libros; no te distraigas por más tiempo. ¿No tienes en tu mano[1] hacer cuanto te digo? Tú, como quien en breve ha de morir, desprecia tu cuerpezuelo, que no es otro que una crasa sangre, unos huesecillos y un tejidillo de nervios, de pequeñas venas y de arterias. Mira qué cosa viene á ser tu espíritu; viento es, ni siempre un mismo viento, antes bien de un instante á otro renovado; entrando y saliendo. Quédate, pues, en tercer lugar la mente, parte principal. Hazte así la cuenta, viejo eres, no permitas más que el alma de suyo señora se esclavice, ni que sea agitada á manera de títere[2] con el im- [1] Nos parece que M. Aurelio tácitamente ocurre á la objeción cuotidiana contra la meteorología ó grandiosas brabatas, y magnificas promesas de los estoicos : á la cual alude también Seneca (Ep. 104.) Aiunt nos loqui maiora, quam quæ natura humana sustimeat; y responde: non quia difficilia sunt, non audemus; sed quia non audemus, difficilia sunt.
[2] La metáfora veupoonaotnofva, que Horacio (Sermón, lib. 11, sat. 7) explicó: Duceris ut nervis alienis mobile lignum ; .suministrada á los filósofos por Platón (lib. I., Leg.), vivamente pinta los inovimientos involuntarios del apetito desordenado por la concupiscencia : y podría hacer ver muy á las claras lo mecánico y forzado del sistema de los dos amores alternativaniente superiores. Malebranche se aprovechó de la marionete ó títere, para hacerlo un juego de arlequines; si bien antes lo habia hecho ya A. Gelio contra los defensores de la fuerza dominante del hado: lib xiv, cap. I, ut plane homines, non quod dicitur loyıxd (oz sed ludiera, et ridenda quædam veupóonaota esse videantur, si nihil sua sponte, nihil arbitratu suo faciunt.