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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

por mi culpa, ó por no querer seguir y observar los avisos, y no sé si diga las lecciones que ellos mismos me dan, no me quedare atrás. Qué dire de que mi cuerpo haya podido por tanto tiempo resistir al trabajo en este género de vida! ¡l)e que yo no llegase á tener un trato poco decente, ni con Benedicta ni con Teodoto, sino que, con el tiempo, me viese libre de aquellos afectos poco castos á que antes había dado lugar! ¡De que, enojado muchas veces contra Rhustico, no por eso jamás me propasé á alguna resolución, de que después tuviese que arrepentirme! No vivo menos reconocido á la misma Providencia, habiéndole debido el que mi madre, aunque hubiese de morir joven, con todo, tuviese el consuelo de pasar en mi compañía los últimos años de su vida; el que yo, cuan tas veces quise socorrer á algún pobre, ó bien á otro cualquiera que tuviese necesidad de mi para distinto fin, jamás me oyese decir que no tenia por entonces dinero con que poder hacerlo, y que ni tampoco me viese yo en igual necesidad de socorro ajeno.

El que yo, por mi buena suertę, tuviese una consorte[1] de unas prendas tan bellas, tan inclinada Marco Aurelio, sin contar otros mil de toda la antigüedad griega, como son los hemistiquios de Homero, Osde tupade Ouuo tód ivl Opeoiv čußzdi dziuwv, tan frecuentes en su Odisea é Iliada, convencen con evidencia que es falsa la opinión de los que pretenden que, sin gracia ni socorro alguno de Dios, pecasen los gentiles, dejando de hacer lo que sin ella no podian ejecutar.

[1] Sobre la fainosa Faustina, hija del emperador Antonino Pio y consorte de Marco Aurelio, ¿quién se debe enga- 2


  1. 1,0 1,1