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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

viviese bajo la dirección de un Principe, y juntamente padre, de quien no ignoraban que me había de quitar todo género de orgullo, haciéndome entrar en la idea que se puede componer fácilmente el que uno viva en palacio, sin que necesite de guardias ni use vestidos suntuosos[1], ni que le precedan en el público lámparas, ó sean hachas encendidas, no teniendo en los salones aquella larga serie de estatuas, ni gastando semejante pompa y aparato; antes, por el contrario, cabe muy bien que uno en palacio se reduzca á imitar muy de cerca la vida privada de un ciudadano particular, sin que por esto pierda un punto de su[2] grandeza y fuerza, para ejercer con toda la autoridad de superior las funciones públicas del Imperio.

Beneficio fué de los dioses el haberme cabido en suerte un hermano[3] tal, que, por una parte, me obligase con sus costumbres á cuidar mucho de mi[1] Alude al aparato majestuoso de los Emperadores, ya en el vestido togæ palmate, pictæ, clavata, ya en la ceremonia, tomada de los persas, de preceder el fuego sacro á las personas imperiales, cuando salian de formalidad. Lipsad Tac. An., lib. 1, ó si no á la antigua costumbre de que Homero habló, Odisea, núm. 5, 100, de tener en las salas unas estatuas que sostuviesen las hachas ó faroles,[2] La sentencia se ve confirmada por Plinio, que pudo decir con toda verdad: Cui nihil ad augendum fastigium superest, hoc uno modo crescere potest, si ipse demittat, securus magnitudinis suæ. Paneg. ad Traian.

[3] El Gatakero, dice: Fratrem hund adhuc quærimus, nec reperire hactenus potuimus. Pero Mr. DAcier le halló en Lucio Vero, hermano adoptivo y compañero de Marco Aurelio en el Imperio; y Capitolino nos asegura que á los principios supo Lucio Vero ganarse á nuestro Emperador, fingiéndose modesto, sumiso y también filósofo.


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