Página:Obras de los moralistas griegos. Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888).pdf/67

Esta página no ha sido corregida
9
M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

marse de nada, no andar jamás apresurado, jamás perezoso, jamás perplejo, jamás en lo interior acongojado ni en lo exterior fingidamente risueño, jamás de nuevo enojado, jamás, finalmente, poseído de 8ospecha. A más de esto, vi en él una gran inclinación á hacer bien, á perdonar fácilmente, á decir siempre la verdad, dando antes pruebas de no poder ser jamás pervertido que de necesitar alguna vez ser corregido; y lo que me pareció cosa bien rara, que nadie tuvo jamás motivo para pensar que Máximo le despreciaba, ni que Máximo se tenía por mejor que él; por fin, que no quería ser reputado por un hombre sobradamente urbano y discreto, ni que se pagaba de cortesias.

Mi padre[1] me dió un ejemplar de todas las virtudes; de clemencia y mansedumbre; de constancia inalterable en las resoluciones tomadas con madurez; de indiferencia respecto á la gloria popular, mostrando hacer poco caso de las que se tienen por honras; de aplicación á los negocios con gusto y sin cesar, prestándose á oir á los que quisiesen proponerle algún proyecto de pública utilidad.

Este mismo me presentó á la vista el modelo de un principe tan amante de la justicia que era inaccesible á toda sugestión que le estorbase el dar á cada cual aquella insensibilidad estoica que Horacio, lib. 1, ep. 6, recomienda como una cabal bienaventuranza : Nil admirari prope res est una, Numici, Solaque, quæ possit facere, et servare beatum.

[1] Llama su padre, no á Annio Vero, que lo era natural y se murió siendo niño M. Aurelio, sino á Antonino Pio, por quien fué adoptado.


  1. 1,0 1,1