tad[1] de sus vasallos; ni menos obligado me reconozco al mismo por haber aprendido de su trato el saber vivir sin zozobra, con aprecio y aplicación constante á la Filosofía; el ser amigo de favorecer á otros, ejercitando con empeño la beneficencia; el esperar siempre bien y vivir persuadido de la buena fe y correspondencia de los amigos; el no disimular por esto la poca satisfacción que de alguno de ellos tal cual vez se tuviese; el no esperar que los amigos, conjeturando, le adivinen á uno con su gusto ó inclinación, sino procediendo francamente con ellos.
En Máximo[2] adverti que debe uno ser dueño de sí mismo, sin dejarse jamás arrastrar de las ocas iones; que así en otras cualesquiera circunstancias, como en las mismas enfermedades, ha de estar uno de buen ánimo; que debe generalmente tener bien templadas y moderadas las costumbres, parte suaves y apacibles, parte graves y majestuosas; que sin quejas ni murmuraciones debe uno cumplir con las obligaciones que le están á cargo; observé que todos creían de él, que así sentía como decía, y que cuanto obraba, todo lo hacía de buena fe y sin fin torcido.
Noté en el mismo un no admirarse[3] jamás, no pas- [1] No piensa en decir M. A. que en su imperio monárquico se quisiese restituir la democracia; lo que dice es lo que de él escribió Capitolino: Cum populo nonm aliter egit, quam est actum sub civitate libera, y lo que Tácito, en la vida de Agricola, escribe de Nerva: Res olim disociabiles miscuerit principatum, et libertatem.
[2] Era éste Claudio Máximo, filósofo estoico, de quien habia Capitolino, y no el célebre Platónico Máximo Tyrio.
[3] Esta es una libertad filosófica de espíritu, ó antes bien,