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XLVIII
MORALISTAS GRIEGOS.

ricia ; y, por el contrario, apoyando la clemencia y desinterés de Augusto, Nerva, Trajano, Adriano y Antonino.

Quien más hacia fuego contra los rebeldes era la emperatriz Faustina. Su marido responde: Que la clemencia es el mayor timbre de un emperador romano, y que por su voto, aun á Casio le hubiera salvado la vida. El alzamiento de este gobernador de Siria ocasionó una ley, para que á nadie se diese el gobierno de su patria. Parecióle al Emperador que su presencia era necesaria para acabar de sosegar el Oriente conmovido. Parte, pues, á la vuelta de aquel pais al fin del año 175, después de haber dado á su hijo Cómodo[1], por representación del Senado, la potestad tribunicia; y le condujo consigo, como también al resto de la familia. Apenas llegado allá, le presentan todos los papeles de Casio, con las pruebas de la conjuración y lista de los cómplices: sin leerlos los mandó quemar, por no ponerse en la necesidad de aborrecer[2] á algunos. Perdonó á las ciudades que habían seguido las partes del rebelde; con la sola Antioquía estuvo al principio más severo; cuando entró en Siria no la quiso ver, y por un decreto la privó de teatros y diversiones públicas, de poder juntarse á deliberar, con lo demás que es[1] Divulgada la rebelión, le hizo ir al ejército, para asegurarse más de los soldados; y allí, á 7 de Julio de este año 175, le vistió ln toga viril.

[2] Algınos atribuyen este hecho á Marcio Vero, que por salvar á otros se expuso á desgraciarse con el Emperador; á cuya gloria es indiferente que él lo ejecutase, ó ejecutado por otro, lo tuviese á bien. Ammiano Marcelino, lib. xx1, es el que dice: Ne insidiatoribus cognitis, invitus quosdam habere posset offensos.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1