-Así me lo parece.
—-Quién, chas veces no es útil el poseerlo?
—Nadie.
, pues, juzgará ser bien aquel que mu- —-De esa manera, si uno supiere usar las riquezas bien y sabiamente, vivirá bien, y si no, miserablemente.
—Paréceme que dices en eso la mayor verdad del mundo.
—Y en suma, el preciar cosas semejantes como si fuesen buenas, ó el despreciarlas como cosas malas, esto es lo que hace andar turbados á los hombres, y lo que los destruye, cuando las estiman en mucho y les parece que en solas ellas consiste la bienaventuranza[1]. Y conforme á esto, hacen por haberlas toda cosa, aunque parezca ser la mayor maldad del mundo. Todo este mal les viene de no entender cuál es el verdadero bien[2]. Porque no entienden que el verdadero bien no puede nacer del mal. Y es de ver á muchos que han adquirido riquezas con hechos inicuos y torpes, por ejemplo, con traiciones, robos, homicidios, calumnias, violencias y con otros varios y detestables hechos.
— Asi es.
—Luego si, como es razonable y justo, del mal no puede nacer bien ninguno, y las riquezas pro- [1] Atd tootov póvwv eTva to ivdauovetv. Abril lee con algunos did toútwv póvov ivdauoveTv; pero su traducción, que en ellas sólo consiste la bienaventuranza, conserva todas las palabras de nuestra lección, que es la más legítima.
[2] Pedro Simón Abril concluye en este lugar la Tabla de Cebes. El suplemento que sigue es el mismo que halló en algunos MSS. y publicó Jacobo Gronovio.