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MORALISTAS GRIEGOS.

cia del dinero, la Disolución, y finalmente, todo aquel ejército de maldades. De todas éstas se apodera, y no se les sujeta como antes.

—jOh qué heroicas obras, dije yo, y qué victoria tan esclarecida! Pero díme sobre todo, ¿qué es el poder de aquella corona con que dijiste que estaba coronado?

—-El de hacerse bienaventurado, mancebo. Porque el que con esta fuerza está ya coronado, hácese bienaventurado y dichoso, y no tiene puestas en otro las esperanzas de su felicidad, sino en si solo.

—Oh qué victoria me cuentas tan ilustre ! Pero después de ya coronado, ¿qué hace, ó adónde se va?

—Tómanlo de la mano las Virtudes, y llévanlo al mismo lugar de donde vino primero; y allí le muestran todos cuantos están allí, y cómo viven mal y miserablemente, y qué de naufragios padecen en la vida, y cómo andan perdidos, y cómo los llevan cautivos sus enemigos como á gente rendida, á unos la Disolución, á otros la Presunción, á otros la Codicia del dinero, á otros la Vanagloria y á otros diversos géneros de males, de que ellos no se puedcn librar, ni de los trabajos en que están presos para salvarse y llegar aquí, sino que toda la vida pasan en alteraciones; lo cual padecen, porque no pueden hallar el camino que guía por aquí. Porque se han olvidado del mandamiento que el buen Genio les hizo.

—-Paréceme que dices muy bien; pero esto me ofrece dificultad: ¿para qué le muestran las Virtudes aquel lugar de donde vino primero?

—Porque no sabia bien, dijo él, ui entendía lo que allí pasa, sino que estaba confuso; y por la Ignoran-