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MORALISTAS GRIEGOS.

-¿Y cómo se llaman éstos?

—Unos, dice, se llaman Poetas, otros Oradores, otros Dialécticos, otros Músicos, otros Aritméticos, otros Geómetras, otros Astrólogos, otros Defensores del deleite, otros Peripatéticos, otros Críticos y otros que hay así á la manera de éstos.

—¿Y aquellas mujeres que parece que corren, y son semejantes á aquellas primeras, entre quienes decíais que estaba la Disolución, y otras que hay con ellas, quiénes son?

—Aquellas mismas, dice, son.

—Cómo! ¿y también entran esas aquí? Sí, entran realmente, aunque más raras veces y no como en el primer cercado.

—Y entran por dicha también las Opiniones?

—Sí, dice, porque les dura aún la bebida que bebieron de mano del Engaño, y asimismo la Ignorancia, y con ella la Tontedad. Y no se apartará de ellos ni la Opinión, ni la demás perversidad, hasta que, sacudiendo de sí la falsa Doctrina, entren en el verdadero camino, y beban de aquella fuerza que purifica todo esto y lo consume; y despidan de si toda la malicia que tienen, y las Opiniones y la Ignorancia, con toda la demás perversidad. Entonces se salvarán de eșta manera. Pero estándose quedos aqui, en compañia de la falsa Doctrina, nunca se verán libres, ni les faltarán todo género de males, por respeto de doctrinas semejantes.

—¿Cuál es, pues, el camino que lleva á la Doctrina verdadera?

—No ves, dice, en lo alto aquel lugar donde no mora nadie, sino que parece desierto?

—Si veo.