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MORALISTAS GRIEGOS.

—Y pues ésta en qué entiende?

—En andar por acá y por allá, dice, y en quitar á los unos lo que tienen y darlo á otros, y en tornárselo luego á quitar á los mismos lo que les dió y dárselo á otros, sin razón alguna y sin constanciá.

Y así su seña demuestra muy bien su naturáleza.

—¿Cómo es eso? dije yo.

—Porque está de pies sobre una piedra redonda.

—Y ¿pues qué significa eso?

—Que sus dones no son firmes ni seguros. Porque suceden grandes y muy fuertes quiebras cuando alguno fía mucho de ella.

—¿Y esta tanta multitud que está alrededor de ella, qué pretende y cómo se llama?

—Estos se llaman Malconsiderados; y pide cada uno de ellos aquello que ella arroja.

—¿Pues cómo no tienen todos una misma manera de semblante, sino que unos parece que están muy regocijados y otros muy tristes, y que están extendiendo las palmas?

—Aquellos, dice, que parece que se alegran y se ríen, son los que han recibido algo de la fortuna.

Estos la llaman Buena fortuna. Pero los otros que parece que lloran, y que extienden las palmas, son aquellos á quien les ha quitado lo que les había dado primero. Estos ya, al contrario, la llaman Mala fortuna.

—Qué manera, pues, de cosas son las que les da para que se alegren tanto los que las reciben, y lloren asi los que las pierden?

—Todo eso, dice, que al vulgo de los hombres les parece ser bienes.

—¿Y qué es eso? ¿Qué, sino riquezas, honra, no-