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EPICTETO.—MÁXIMAS.

LXXIV.

¿Hasta cuándo dilatas el aplicarte á estas cosas y á poner en práctica estas excelentes instrucciones? ¿Cuándo cesarás de violar las leyes de la verdadera razón? Ya has sabido los preceptos que debes abrazar, supongo que ya los abrazaste, pero dame alguna señal. ¿Qué maestro aguardas aún para cuya venida retardas tu enmienda? Advierte que ya no eres mozo y que estás en edad de hombre maduro. Si desprecias estos preceptos y no haces de ellos reglas para tus costumbres, te olvidarás de día en día y añadirás término á término y resolución á resolución, y así se te pasará la vida sin que hayas hecho algún progreso en el estudio de la virtud. En fin, vivirás morirás como el hombre más bajo del pueblo. Ahora, pues, abraza la vida de un hombre que se perfecciona y que aprovecha. Atiende como á ley inviolable á todo lo que te parece lo mejor. Si se te presenta alguna cosa penosa ó agradable, gloriosa ó infame, acuérdate que es tiempo de combatir, que es menester entrar en la liza, que los juegos olímpicos han llegado y que ya no es tiempo de volver atrás.

Mira que importa tu establecimiento al perder ó ganar la victoria. Por este medio llegó Sócrates á la grande sabiduría que se ha visto, presentándose á todos sucesos y no escuchando otro consejo que el de la razón. Para ti, que no eres Sócrates, bastaráte vivir como hombre que quiere llegar á ser tan sabio como ély 25