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EPICTETO.—MÁXIMAS.

sas sin hacer lo que es necesario para alcanzarlas, es ser avaro y haber perdido el sentido. Crees también que si pierdes esta cena no tienes nada en recompensa? ;Oh! tienes algo mucho más excelente: no has alabado al que no querias alabar; no has sufrido la insolencia y el soberbio modo con que trata á los que vienen á su mesa. Esta es la ganancia que has hecho.

XXXIII.

Por la opinión que tenemos de las cosas que nos tocan podemos conocer lo que desea la Naturaleza.

Cuando el criado de tu vecino rompe un vidrio decimos luego que aquello sucede ordinariamente; conviene comportarse de la misma manera cuando te rompa el tuyo, y quedar tan mesurado como cuando se rompió el de tu vecino. Aplica esto también á las cosas mayores. Cuando el hijo ó la mujer del vecino se mueren, no hay quien no diga que eso es natural; pero cuando nos sucede tal accidente nos desesperamos y gritamos diciendo: Ah! jcuán desdichado soy! Ah! jcuán miserable! Pero deberás acordarte en este suceso lo que sientes cuando á otro le acontece la misma cosa.

XXXIV.

La naturaleza del mal está en el mundo como un blanco puesto para adiestrarnos y no para hacernos errar.