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MORALISTAS GRIEGOS.

XXXII.

No te ofendas de que sienten á la mesa otro en mejor lugar que tú, ni de que le saluden primero ó se tome su consejo y no el tuyo; porque si estas cosas son buenas, te has de holgar de que le hayan sucedido, y si malas, no te debe pesar porque no te sucedan. Además, acuérdate que pues que haces profesión de no hacer nada para obtener las cosas exteriores, que no es maravilla si no las alcanzas y que te prefieran otros que han hecho todos sus esfuerzos para adquirirlas. En efecto, no es justo que el que no se mueve de su casa tenga tanto crédito como aquel que hace visitas todos los días y está perpetuamente á la puerta de los grandes. No es razón (digo otra vez) que sea tan estimado el que no puede resolverseá alabar á nadie, como el que da excesivas alabanzas por las minimas acciones. Sería en verdad injusto é insaciable todo junto, querer tener de balde estos bienes y sin comprarlos al precio que ellos cuestan. Supón, por ejemplo, que se venden lechugas y que valen un dinero: si alguno paga el precio, se las dan, pero si tú no quisieres pagar nada, no las tendrás. Serías por eso de peor calidad que el otro? No, de ninguna manera; porque si aquel tiene lechugas, tú tienes dinero. Lo mismo es en las cosas de que hablamos. Si no eres convidado al banquete, es porque no has pagado el escote. El que le da, le vende por alabanzas, por servicios y por sumisiones Si tienes gana de ser admitido, resuélvete á comprarlo por el precio que cuesta. Porque pretender estas co-