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EPICTETO.—MÁXIMAS.

KPICTETO.-MÁXIMAS.

347 jan los padres cuando Dios no concurre con su divina gracia. En sesenta y cinco años de edad, he visto y experimentado bastantemente los errores, desaciertos y engaños del mundo, para tener de ellos un perfecto desengaño, pues es muy loco quien no escarmienta con los ejemplos ajenos.

Cuando comenzaba á darme á este estudio moral, me parecía que una luz sobrenatural me iba alumbrando (para confusión mía) en el conocimiento de mí mismo, y quedé como absorto descubriendo tan de repente mi profunda ignorancia y mi vana y loca presunción. Reconocí luego en mí tantas flaquezas y errores, que me avergoncé de haber vivido tantos años hecho lince de pequeños defectos ajenos, sin haber abierto los ojos para mirar mis propias culpas y enormes pecados, de que pido perdón á su Divina Majestad de todo mi corazón.

Esta es mi vida, esta mi pública confesión y mi natural y verdadero retrato, y los discursos de este libro[1] mis ordinarios sentimientos y dictámenes y mis continuos ejereicios, que salen á la luz del mundo acaso más que por mi propio designio, porque siendo los sentimientos de los hombres tan varios, y que hoy día muy pocos se inclinan á este género de estudio, fuera muy grosera necędad escribir para todos lo que se sabe que ha de agradar á muy pocos; aunque espero que la gracia de Dios y sus divinas inspiraciones suplirán la falta de mi suficiencia.

No ha mucho tiempo que me ejercitaba en la traducción de Epitecto gentil, ensayándome en hacerle[1] Alude á la prosa explanatoria del Theatro moral.


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