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MORALISTAS GRIEGOS.

volumen lleno de controversias, sobre cada párrafo un comento lleno de contrariedades y sobre cada ley una glosa llena de dudas, y la gran contradición de las mismas leyes, me pareció haber entrado en un bosque de fieras que se hacían guerra cruel para destruirse unas á otras, además de las muchas que no alcanzaba á vèr y se me escapaban con nombre de leyes municipales y costumbres locales. Verdad es que éstos eran defectos de mi ignorante presunción y no del derecho. Como quiera que sea, pasé con disgusto de éste al tercer curso, en que aproveché muy poco, porque al principio de él fuí desterrado del paraíso de la inocencia, por haber gustado del fruto del árbol vedado; de lo cual, y mi humor marcial, resultó después mi destierro de la Universidad y la necesidad de alejarme de mis padres y mi patria. Anduve vagando algún tiempo, y siendo ya de edad de veintiséis años, en el de 1629 pasé al Estado de Milán, donde serví en el famoso sitio de Cassal de Monferrato, en que murió aquel gran capitán Ambrosio Spinola. Mi modo de vivir era libre y militar, y aunque con la mudanza de patria mudé algo de costumbres, nunca fué para mejorar.

En el ocio de los cuarteles de invierno buscaba libros y nombres, datos que acabasen de satisfacer la inclinación que tenía á la Filosofía Natural, sin cuidar de la Moral, que era la más importante. Con la ocasión de las guerras la tuve también de ver algunas tierras de Italia. En este tiempo (que fué el añio de 1633) murió mi padre y me faltó con él todo mi apoyo. Sentílo como se puede considerar, pero lo hube de ceder al destino inevitable y animarme á establecer mi fortuna sobre mis propias obras. Este