de atender á cosa alguna perteneciente al buen régimen del universo.
Debes acostumbrarte á ejercitarte aun en aquello con lo cual desconfías el poder salir[1]; porque la mano izquierda, no siendo á propósito para otras acciones por falta de uso, con todo, mantiene las riendas más fuertemente que la derecha, por cuanto se acostumbró á ello.
Piensa en qué estado de cuerpo y alma conviene que te coja la muerte; reflexiona sobre la brevedad de la vida, la inmensidad del tiempo pasado y lo interminable del venturo, como también en la poca consistencia de todo lo que es material.
Mira las formas ó naturalezas de cada cosa desnudas de sus cortezas; atiende al fin de las acciones; considera qué viene á ser el dolor, qué el deleite, qué la muerte, qué la gloria, cuál es la causa de hallarte implicado en negocios, cómo ninguno puede ser impedido por otro; finalmente, que todo depende del modo de opinar.
En la práctica de los dogmas filosóficos debe uno antes parecerse á un luchador que á un gladiador; porque éste, después que deja de la mano la espada con la cual se valía, allí mismo queda muerto; pero aquél siempre conserva su brazo, ni es menester más que manejarlo con destreza.
Es muy del caso examinar lo que son estas cosas tanto cuidan, ó sepan el cómo se formó por su madre la Natura pura.
[1] La misma experiencia nos enseña que la industria y constancia en el trabajo allana las mayores dificultades, y por eso no debemos desmayarnos en las empresas nás arduas.