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MORALISTAS GRIEGOS.

en Roma, «En nuestra provincia de España[1], que como á más fructifera que á otra la esquilmaban demasiado sus predecesores, hizo acortar mucho los tributos y descargar de pechos y servicios.» Reedificó á Esmirna, Epheso, Nicomedia, destruidas con temblores y á Cartago incendiada. Hasta los espectáculos tan geniales al pueblo merecieron su atención; conocía cuán frívolos eran, y concurriendo á ellos, en vez de deleitarse con su vista, se ocupaba en leer, apuntar ó dar audiencia; pero no por eso dejaba de darlos con magnificencia, y hubo fiesta en que hizo salir del anfiteatro hasta cien leones, que todos fueron muertos á saetazos. Ausente de Roma, con todo, disponía que no le faltasen al pueblo estas diversiones, y no influía poco en esto el desmedido celo de su reputación, sabiendo que la muchedumle tachaba de quererla reducir por fuerza á la estrechez y severidad de la vida filosófica. Este respeto le arrancó la tolerancia de la escena pantomímica[2],[1] Asi consta de la Historia Imperial y Cesúrea escrita por el magnífico caballero Pedro Mejía, é impresa en Sevilla á 30 de Junio de 1545, en donde pueden verse los autores que hasta entonces habían escrito de M. Aurelio.

[2] Representaciones burlescas, ó por mejor decir, bufonerfas, tan contrarias por su asunto y gesticulaciones al buen gusto y reglas del drama, como á la decencia y buenas costumbres. Contra semejantes representaciones se dirigen principalmente los dichos y censura de los Santos Padres en materia de teatro, y á las mismas alude Ammiano Marcelino, refiriendo, lib. XXVII, que amenazada Roma de carestía, fueron expelidos de ella los forasteros, y entre ellos los pocos profesores que había de buenas artes; pero quedaron dentro tres mil bailarines con sus coros y otros tantos maestros, paso sobre el cual dejamos á la discreción del lector que haga sus reflexiones.


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  2. 2,0 2,1