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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

lo es la ira, pues uno y otro son heridos y se dan por vencidos de semejantes pasiones.

Pero si quieres, puedes también recibir del presidente[1] de las Musas el décimo regalo, á saber: que es propio de un maniático el pretender que no pequen los malos, porque esto es desear un imposible; pero el consentir que ellos sean tales como los demás, y al mismo tiempo querer que no te perjudiquen á tí en cosa alguna, esa es una pretensión inicua y tirana.

Debes principalmente estar observando de continuo cuatro inclinaciones del espíritu[2], y después que dieres con ellas, procurarás echarlas de tu imaginación, hablando así con cada una en particular: con la sospecha , no viene al caso ese juicio vano; con la murmuración, esa de suyo es destructiva de la sociedad; con la ficción, eso que vas á decir no es conconforme á lo que sientes; debes, pues, reputar por una de las cosas más absurdas el hablar contra tu propio sentir; queda, finalmente, en cuarto lugar la intemperancia, con la cual te afrentas á tí mismo, porque con ella se da por vencido el espíritu, parte la más divina, y se pone bajo los pies de tu cuerpo,[1] M. Casaubono honra con este titulo de Musegeta á Hércules; pero vista la autoridad de Máximo Tirio, no queda duda que sólo conviene á Apolo.

[2] Con razón escribe M. DAcier, que este artículo necesita de mayor luz de la que le habian dado los intérpretes, porque ninguno de éstos nos habia mostrado las cuatro inclinaciones, ó sean pasiones del ánimo, que M. Aurelio intenta reprimir, por lo cual he puesto de letra bastardilla en el texto la inclinación contra que habla M. Aurelio, según es la conjetura de M. DAcier.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1