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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

ladrones, si examinares atentamente sus máximas? Procura adquirir el método de contemplar cómo todas las cosas se van mudando las unas en las otras: dedícate siempre á esto, y ejercitate con frecuencia en semejante punto de meditación, puesto que nada conduce tanto al logro de la magnanimidad[1]. Y, -en efecto, el que hiciere la reflexión de que cuanto .antes será forzoso desamparar todas las cosas, de jando la compañía de los hombres, abandonará su cuerpo, entregándose todo á la justicia en cuanto debe ejecutar por si, y dejándose gobernar por la Naturaleza universal en los demás acontecimientos, ni menos le vendrá al pensamiento qué dirá el otro, qué sospechará, ó qué hará contra él, viviendo satisfecho con estas dos cosas: con obrar con rectitud lo que hubiere de hacer por entonces, y abrazar con resignación lo que al presente le tocare en suerte.

Finalmente, separándose de todas las otras ocupaciones y cuidados, no apetecerá otra cosa más que ir derechamente en pos de la ley y seguir á Dios; que siempre guía por un camino recto.

A qué viene la desconfianza[2] y sospecha, te- [1] No hay duda que si la mente no se ocupase en los objetos viles de la tierra, sino que de un vuelo se remontase sobre los cielos hasta dar con el Autor de la Naturaleza, la voluntad no pondría su afición en los bienas caducos, sino que se enamoraría de los celestes y divinos: y así, cuanto más común fuere el ejercicio de la sabiduría, tanto más libre de vicios y rica de virtudes se verá la República en donde tuviere buena acogida.

[2] No hay veneno más contrario á la vida que es la desconfianza de la felicidad, por lo cual dijo Séneca, ep. 74: Non enim beatum est, nisi quod intrepidum: inter suspecta malè vivitur.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1