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MORALISTAS GRIEGOS.

Comienza, pues, á suplicarles acerca de estas cosas, y lo verás. Este les pide: cómo conoceré la tal persona? Suplíales tú: cómo haré para no desear el trato con ella? El otro encamina sus ruegos paraque le den manera como verse libre de la tal cosa; pídeles tú, ¿de qué medio me valdré para que no sea necesario el libertarme de ella? El de más allá hace sus súplicas para que no se le muera su hijito; pídeles tú: ¿cómo haré para no temer el perderlo? En suma[1], haz en esta forma tus oraciones y dirigelas á ese fin, y observarás cuánta utilidad te redunda.

Dice Epicuro: «Yo, en mis enfermedades, no empleaba mis discursos sobre aquellos males que padecía en mi cuerpo; ni intioducía tales pláticas, afirma él mismo, con los que me visitaban, sino pasaba examinando físicamente las causas que habían antecedido á mis indisposiciones, dedicándometambién más particularmente á ver cómo mi alma, participando de los movimientos y dolores del cuerpo permaneciese imperturbable, conservando su propiobien. Ni tampoco me sujetaba, dice, á prevènirme de médicos, como quienes pueden algo; antes bien que lo que Dios ateinpera de tal manera su energia, que no impida en la criatura la facultad de resistir, ni haga que la elección no sea propia de la voluntad socorrida Sexto, porque cualquiera especie de energia que antes de la elección quite laindiferencia activa, ó facultad expedita de la voluntad, ahora sea por vía de delectación, ahora por vía de impulso, ahorapor sustracción de fuerza, no sufrirá consigo la sin ergia, 6 cooperación libre de la voluntad criada.

[1] M. Aurelio exhorta por conclusión del artículo, á que se pida á Dios su auxilio para obrar con rectitud y provecho.


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