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MORALISTAS GRIEGOS.

car en tu mente todo este mundo[1], con traer á la memoria el siglo en que vives, con meditar la pronta mutación de cada cosa en particular, reflexionando cuán breve espacio media desde su principio hasta su ruina, cuan inmenso fué el tiempo que pasó antes de su generación, y cuán infinita igualmente será la eternidad que sucederá después de su disolución.

Todo cuanto ves perecerá brevemente[2], y los que lo ven fenecer, también perecerán muy presto: entonces quedará igual el que fallece al último de su vejez, ccn quien muere en agraz.

Considera las pequeñas almas de los hombres desnudamente; cuál es su espíritu; en qué cosas han puesto su afición, y por qué motivos se irritan contra otros[3], ó los honran; cuánta es la vana estimación de sí mismos cuando determinan perjudicar á alguno vituperándole, ó favorecerle haciéndose lenguas de él.

Cualquiera pérdida no es otra cosa que una mutación: en esto tiene sus delicias la Naturaleza uni- [1] Los estoicos, aunque dividían el tiempo en varios períodos, cada uno de los cuales llevase su ruina fatal y perentoria á su respectivo mundo; con todo, lo hacían eterno, tanto por lo que mira al principio como al fin; y esto hablando no de una duración imaginaria, sino de una fisica sucesión de movimiento.

[2] La presente consideración, según nos la inculca nuestro Emperador, debía de ser algún punto de su meditación diaria.

[3] Si esta reflexión de M. Aurelio se hicieze seriamente, nos haría ver á cada paso que no siempre es oro lo que en el mundo reluce, pues como dijo Séneca : Omnium istorum personata felicitas est: contemnes illos, si despoliaveris, etc.

Epist. 80.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1