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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

decer? Vé ahora y tráeme por modelo á un Alejandro, á un Filipo y á un Demetrio Falereo; ellos se lo verán si han sabido lo que la común naturaleza quería, y si se gobernaron por su dirección, porque si fueron unos meros representantes ninguno me obliga á imitarles. La profesión de la filosofía es sencilla y digna de veneración, no entienda alguno que yo me pago de la vana soberbia.

Haz por contemplar como desde lo alto la infinidad de rebaños, las innumerables ceremonias en los sacrificios, todo género de navegaciones, ya en tiempo de borrasca, ya en tranquilidad, y la diversidad de cosas pasadas, presentes y que acaban de suceder. Considera también la vida que antiguamente se pasó bajo el imperio de otros, la que se observará después del tuyo y la que al presente se hace entre las naciones bárbaras. Reflexiona igualmente cuántos hay que ni menos tienen noticia de tu nombre, cuántos te olvidarán muy presto, cuántos quizá de los que presentemente te alaban muy en breve te vituperarán, y verás cómo ni la memoria, ni la fama, ni generalmente otra cosa alguna es digna de alabanza ni estimación.

En lo que proviene de causa exterior, es necesaria la serenidad de ánimo; y en lo que nace de un principio interior, es muy del caso la justicia: es decir, que la intención y la acción tengan sólo por único objeto hacer bien á la sociedad humana; como que esto es conforme á tu deber natural.

Muchas cosas superfluas que turban tu paz interior podrás cercenarlas, consistiendo todas en tu modo de opinar; y desde luego conseguirás un campo más ancho al desahogo de tu espiritu con abar- 13