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MORALISTAS GRIEGOS.

despreciables son estos políticos y hombrecillos, que según su parecer obran filosóficannente, estando llenos de presunción! Haz tú alguna vez, oh buen hombre, lo que ahora exige de tí la Naturaleza[1], y déjalos. Manos á la obra, mientras hay lugar para ello, y no mires alrededor si habrá quien lo sepa. No esperes ver establecida la república[2] de Platón; antes bien, conténtate con tal que se promueva un poquito la utilidad pública, ni pienses ser poco fruto de tu trabajo este pequeño progreso. Quién, pues, es capaz de hacer mudar á estos hombres de opinión y modo de pensar? ó sin que ellos muden de máximas, ¿qué otra cosa te puedes prometer que una servidumbre[3] de quien gime y aparenta obe- [1] M. Aurelio recopila la vista todo el arte de reinar, que no es otro que ejecutar lo inandado por Dios y dictado por la razón, no á fin de obtener el bien puro, bien moralmente imposible entre los hombres, pretendiendo que en el estado todo vaya bien sin niezcla de mal, como alla en la República Platónica, soñada con los ojos abiertos, sino con la mira de sacar la mayor utilidad que sea dable y de impedir cuanto daño sea posible, no esperando recompensa humana.

[2] En Catón se notó que teniendo llena la cabeza de máximas rigidas de la filosofia, del mismo modo decía su parecer en la hez de Rómulo, que si hablara en la República de Platón, de lo cual se originaba el irritar más la llaga y no corregir el vicio. Cic. ad Attit., lib. 11, ep. 1.

[3] Por esta razón á ninguno más que al Príncipe convendria el que sus vasallos tuviesen una manera justa de pensar, haciendo que con la buena educación y moderada disciplina de su estado se preparasen los ánimos y se hallasen prontos á la obediencia de sus respectivos superiores, no enervados con los vicios halagüeños y delicadeza afeminada que es el origen de infinitos males, sino bien dispuestos y propensos á seguir las costumbres civiles nacidas de la práctica y amor á la virtuduna palabra y se presenta á


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