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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

Respecto de aquellas cosas acerca de las cuales se muestra indiferente la Naturaleza común (pues no hubiera producido las unas ni las otras si no se manifestara uniforme acerca de ambas), es necesario que estén con igualdad de ánimo[1] los que quisieren seguir á la Naturaleza, manteniéndose conformes. De donde se ve claramente cómo es reo de impiedad cualquiera que de por sí no se mostrare indiferente cerca de los disgustos y placeres, ó de la muerte y la vida, ó de la gloria é infamia, de las cuales no hace distinción la Naturaleza universal.

Y entiendo que la Naturaleza común use indistintamente de éstas, por eso mismo que suceden con proporción y según la serie de lo que se está produciendo y va sucediendo atento aquel primer impuls0[2] de la Providencia, con el cual desde el principio se propuso la Naturaleza y emprendió la perfección de este presente sistema, habiendo antes concebido en su mente cierta idea de lo futuro y discernido las virtudes productivas de las existencias, mutaciones y de las sucesiones de esta clase.

[1] Para la verdadera virtud es muy necesaria la resignación del ánimo, el cual debe conformarse con la suerte que la divina Providencia le destinare en estas cosas indiferentes. Pero esta igualdad no consiste en que tenga por malo el disgusto, ni por bueno en su género el placer, sino en que quiera carecer de éste y sufrir aquél cuando Dios así lo dispusiere.

[2] Vé aquí cómo el hado estoico lo ata todo con una cadena indisoluble; yo sólo diré de paso, habiendo dejado antes refutados estos errores, que Dios no es igualmente autor de las acciones buenas que de las malas, queriendo é induciendo á las unas, permitiendo y tolerando las otras.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1