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MORALISTAS GRIEGOS.

de los hombres, los cuales no tienen noticia en dónde se están ni quiénes son? ¿ Quieres tú ser alabado de un hombre que tres veces cada hora se maldice á sí mismo? ¿deseas agradar á un hombre el cual no se satisface á 3í mismo? Y acaso se complace á sí mismo el que casi se arrepiente de todo cuanto hace? En adelante no cuides sólo de ir á una con el aire que te rodea y sostiene, sino que también debes conformarte con la mente universal que lo abraza y conserva todo, porque esta virtud intelectiva no menos se difundió por todas partes, é introdujo en quien puede atraerla, que lo aéreo en quien es capaz de respirarlo.

La maldad en general nada daña al común del universo, y en particular ningún mal hace á otro alguno, siendo solamente nociva á quien fué libre eximirse de ella, siempre que él antes lo hubiese querido así.

La voluntaria resolución[1] de mi prójimo es igualmente indiferente á mi libre determinación, como lo es su espíritu y cuerpo; y aunque en realidad los unos hemos nacido principalmente por[1] La doctrina de este párrafo y del antecedente, entendida de la culpa personal, podía pasar; pero será un puro sofisma aplicada al pecado original, como los antignos pelagianos y los nuevos socinianos la aplican. Porque á un bienhechor dadivoso y puramente liberal (cual era Dios respecto de los dones absolutamente indebidos á la naturaleza humana, que en cabeza de Adán ofrecía á toda su posteridad ), le es libre poner las condiciones que le pluguiere al beneficio que promete. En cuanto á la primera parte del vicio personal, tiene á su favor la autoridad de San Crisóstomo, en cuyo sentido se puede admitir aquella doctrina, De Stat. Orat., 18.


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