fin[1] se hicieron estas cosas en el mundo? de otra suerte serás la irrisión de un hombre perito en la fisica, como sin duda serias despreciado de un carpintero y de un zapatero culpándoles porque ves en sus oficinas las aserraduras y retazos de lo que trabajan, sin embargo de que tienen á donde arrojarlos, dando por supuesto que la naturaleza del universo nada tiene fuera de sí; pero lo más primoroso de su arte consiste en que ella, no saliendo de sus límites, convierte en sí misma cuanto se corrompe dentro de sí, se envejece, y al parecer es casi inutil, y en que de esto mismo después fabrica otras cosas nuevas sin que se valga de una materia extraña ni necesite de sitio á donde eche lo corrompido; por eso se halla satisfecha con su propio lugar, con su misma materia y propia facultad.
No debe uno ser lento en sus acciones, ni en las conversaciones entrometido; no andar vagando con la imaginación, ni en un todo estrechar el ánimo violentamente ó alegrarse con exceso, ni en el curso de la vida enredarse con muchos negocios. Ya te maten, hagan tajadas y provoquen con maldiciones, ¿qué impide eso el conservar tu alma pura, sabia, prudente y justa? Porque si alguno, estando junto á una fuente cristalina y dulce, la maldijese, no por eso ella cesaría de manar[2] una bebida saludable,[1] Contra esta especie de preguntas necias y vulgares habla Epicteto, Diss., lib. 1, cap. vVi, y las refuta con mucha gracia.
[2] Con este símil se nos pone á la vista la obligación que nos impuso el Salvador de amar á nuestros enemigos, bendecir á los que nos maldicen, hacer bien á los que nos aborrecen, y pedir por los que nos persiguen. Matth, v, v. 44.