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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

En general sería dificultoso de resolver el problema: quién se esmeró más, si los maestros de M. Aurelio en cultivarle, ó éste en mostrárseles agradecido en sus escritos, en distinguirlos y premiarlos, sin que ellos tuviesen que pedirlo ni esperarlo, dando á la Providencia gracias de haberle puesto en estado de corresponderles; ni se contentaba con honrarlos en vida, que muertos conservaba sus estatuas entre los Penates domésticos, y coronaba de víctimas y flores sus sepulcros.

El mayor crédito que del gobierno y costumbres de Marco Aurelio resultó á sus maestros, fué fruto del tesón y empeño con que desde sus tiernos años se dedicó al estudio de la filosofía estoica, fijándose no tanto en la especulativa y estéril como en la práctica, extirpadora de todos los vicios y resabios indecorosos á la nobleza del hombre. Su natural parecía una materia dispuesta á recibir toda la impresión y realce de la severidad estoica; de modo que á los doce años se distinguía ya por las propiedades de aquella secta filosófica, privándose aun de las comodidades más inocentes de la vida; en lo que se hubiera excedido, á no habérselo estorbado la vigilancia de su madre y el estrago que semejante rigor empezaba á ocasionar en su salud. Tal fué el tono constante é inalterable de su vida, y el mismo le granjeó el sobrenombre de Filósofo[1], que le dis- [1] « In omni vita philosophanti viro, et qui sanctitate vitæ omnibus Principibus antecessit. Frugi sine contumacia, verecundus sine ignavia, sine tristitia gravis.» Eusebio (Hist. Eccles., lib. 1v, cap. XII) noe asegura que Justinoya le llamó filósofo; pero es observación de Fabricio ( Biblioth. Graec., lib. 1v, part. alt., cap. XXI11), repetida


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