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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

No tengo por justo el darme á mí mismo[1] que sentir, puesto que yo jamás he dado adredemente que sentir á otro.

Unos reciben complacència de ciertas cosas, otros de otras; pero yo me deleito si tengo el espíritu sano, sin aversión á hombre nacido y sin repugnancia en cosa alguna que acontezca á los hombres; antes bien, mirándolo todo con buenos ojos, recibiéndolo y haciendo uso de cada cosa según fuere su mérito.

Mira que todo ese tiempo se te ha concedido[2] gratuitamente. Los que intentan con eficacia conseguir la gloria póstuma no se hacen cargo que ellos han de ser otros tales cuales son esos á quienes llevan con impaciencia, siendo unos y otros mortales.

En suma, ¿qué se te daría á tí el que ellos te hiciesen odioso con semejantes dichos, ó formasen de tí igual concepto? Cógeme y échame donde quieras, porque allí tendré[3] mi genio plácido, ó sea deidad propicia; esto[1] Puede ser que nuestro Emperador, viéndose en algún lance apretado, haya hecho esta reflexión para aquietar su ánimo, sin recurrir al último remedio del suicidio estoico. Lo cierto es que en M. A. se experimentan unas entrañas más compasivas de lo que le peraitía su rigida filosofia.

[2] Con esta consideración pretende M. Aurelio incitarse á no malograr el tiempo de la vida y despreciar las máximas de los que ponen su anhelo en adquirirse grande fama, sin tener presente que en lo venidero no faltarán quienes denigren su estimación, valiéndose de este medio para lograr mayor crédito, como hacen ellos ahora respecto de sus antepasados, cuya reputación no pueden oir con paciencia, sirviéndoles de estorbo á sus miras.

[3] Esto es decirnos que á nadie hace feliz el lugar en donde vive, sino su buen método de vivir y saber regularse en cualquiera parte que habite.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1