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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

con los que son de su mismo linaje, el desprecio de los movimientos sensuales, el discernimiento de las ideas probables, la contemplación de la naturaleza del universo y de lo que se hace conforme á la misma.

Cada cual tiene en sí tres géneros de dependencia y correlación: una para con la causa que nos circunda, ó sea el cuerpo; otra para con la causa divina, de donde todo viene al universo, y la tercera para nuestros contemporáneos.

El dolor, ó es pernicioso al cuerpo, y en ese caso que él mismo lo demuestre y se queje de él, ó puede ser infausto al alma, pero ésta tiene en su mano el conservar su quietud y serenidad y no opinar que el dolor sea mal, porque todo juicio, afecto, apetito y aversión[1] está en el interior del alma, adonde no llega mal alguno.

Borra esos desvaríos de tu fantasia diciéndote de continuo á tí mismo:-Al presente pende de mí el que en mi alma no haya vicio alguno, ni mal deseo, ni absolutamente alguna perturbación; antes bien, Plutarco, de Placit. Philos., lib. I., Præf. Y sobre todo, es conforme á la verdadera filosofía, con la cual no se compone que se nos hayan dado en vano las facultades de entender, apetecer y obrar, pero mucho nmás se adapta á la religión católica, la cual nos dice haber sido hecho el hombre para que en esta vida se emplee en conocer y amar á Dios, y para que en la otra, contemplándole cara á cara, le goce con entera y eterna felicidad.

[1] Podía pasar esta doctrina si se entendiese de aquella feliz sujeción del apetito á la razón en el estado de la inocencia y justicia original, de cuyo privilegio ya no gozamos; pero si se interpreta según el sistema estoico, es la libertad de no consentir en los ímpetus del apetito.


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