Cada cosa nació con algún destino, por ejemplo, el caballo, la vid. En esto de que te admiras? pues también el sol[1] y los otros dioses nacieron destinados para algún ministerio: según eso, tú para qué naciste? ¿acaso para vivir entre placeres? Reflexiona un poco si esto lo sufre la buena razón ó común inteligencia.
La Naturaleza tiene su mira y designio en cada cosa[2], no menos por lo que toca al fin y paradero de la misma, que por lo que pertenece á su principio y duración; como el que arrojando la pelota[3], pone su cuidado en la buena jugada Pues qué bien ó utilidad resulta á la pelota echándola alto, ó qué pérdida sacándola bajo y aun cayendo en tierra? Mas ¿qué interés percibe la ampolla permaneciendo hinchada sobre el agua, ó qué daño recibe deshaciéndose? Lo mismo puede decirse del candelero, que nada gana encendido ó pierde apagado.
Da una vuelta[4] al cuerpo, y contempla cuál es de suyo, cuál será cuando haya envejecido, enfermado y muerto, estando también en la inteligencia de que es corta la vida de quien elogia y del que es[1] Este es un error de los estoicos, los cuales suponian que el sol y los demás astros, animados del alına común del universo, cran otros tantos dioses[2] Esta doctrina bien entendida es un testimonio claro á favor de la providencia que Dios tiene de todas las cosas, no sólo en general, sino también en particular.
[3] Los similes de que usa M. Aurelio, uno de la pelota, otro de la ampolla, eran antiguamente vulgares para significar cuán vil cosa es un hombre.
[4] M. Aurelio pretende que con nuest volvamos el cuerpo al revés, lo de dentro hacia afuera, para que así veamos mejor sus cualidadesconsideración