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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

indivisible, tanto por parte del cuerpo cuanto respecto del alma, y de este modo no te maravillarás si muchas cosas más, ó por decirlo mejor, si absolutamente todas las cosas hechas en este singular universo que llamamos mundo se producen al mismo tiempo.

Si alguno te preguntase cómo se escribe el nombre —de Antonino, ¿por ventura proferirías cada una de las letras levantando la voz? ¿Pues qué: dado caso que se irritasen, te enfadarías tú también? no sería mejor que tú, pasando adelante, pronunciases con quietud cada una de las letras? A este modo, pues, hazte ahora la cuenta que toda obligación consta de ciertos puntos, los cuales conviene observar, llevando al cabo con buen orden lo que estés haciendo, y no alborotándote ni disgustándote de los que se indignasen contra ti.

Viene en cierto modo á ser una crueldad el que no se permita á los hombres dejarse llevar de las cosas que á los mismos les parecen propias y conducentes. Y cierto que tú de alguna manera no permites que ellos lo hagan así, cuando te irritas porque pecan, puesto que entonces se dejan absolutamente tirar como de cosas propias y convenientes á los mismos. Pero no es así: díselo[1], pues, á ellos, y muéstraselo sin enojarte.

La muerte es el fin y descanso de las impresiones[1] Alude á lo que escribe Epicteto, Disert., lib.1, cap.XVIII: dettov th Thivny, xzl 8yst naç dolatavtan tóv duaptnudtwv.

De lo cual se colige que M. Aurelio no aprueba la libertad de conciencia, pretendiendo además que se corrija al prójimo, si va fuera de camino, engañado con la idea forniada acerca de algún objeto.


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