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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

M. AORELIO,-SOLILOQUIOS.

113 hacia abajo, al rededor; pero el curso de la virtud no está sujeto á ninguna de estas variaciones, sino que tiene un no sé qué de divino, de modo que, caminando por una vía oculta é incomprensible, hace felizmente su jornada.

¡Qué tal es el desatino que cometen los hombres! no quieren hablar bien de sus contemporáneos y compañeros, y los mismos tienen en gran estima ser alabados por los venideros, á quienes no han visto, ni verán jamás. Esto es casi lo mismo que si se contristasen porque los antepasados no hubiesen hecho honorifica mención de ellos.

No debes suponer que si á tí te parece difícil de practicar alguna cosa sea esto un imposible[1] á todo hombre; antes bien, te has de persuadir que si es posible y correspondiente á un hombre, también es asequible por tí.

En los ejercicios de la lucha, aun dado que alguno nos arañase y que, arremetiendo con la cabeza, nos hiciese alguna herida, sin embargo, no damos señal de enojo, ni nos enfadamos, ni le calificamos en lo sucesivo de traidor; y si bien nos guardamos de él, pero no como de un enemigo, ni por sospecha ó desconfianza, sino que con buen modo y ánimo benévolo le huimos el cuerpo. A este modo debemos hacer en el resto de la vida, no parando mientes en muá los elementos un movimiento propio hacia su respectivo centro, hacia arriba al fuego y aire, hacia abajo á la tierra y agua, hacia al rededor al éter ó cielo.

[1] Los estoico8, contra quienes se había extendido la voz Nimis magna promittitix, nimis dura præcipitis; non homunciones sumus; omnia nobis negare non possumus, eran acérrimos defensores de las fuerzas de la Naturaleza.

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