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MORALISTAS GRIEGOS.

guna adversidad molestándole por tan corto espacio se lamente como si fuese por más tiempo? No te olvides de la común naturaleza, de la oual participas una muy pequeña parte, ni pierdas de vista el todo de una eternidad, en la cual te ha cabido un breve é indivisible intervalo: ¿y del hado universal, qué parte eres tú? Peca alguno; ¿qué se me da á mí? él se lo verá que tiene su modo de pensar y propia manera de obrar. Yo tengo ahora lo que la común naturaleza quiere que tenga al presente, y hago lo que mi propia naturaleza apetece que por ahora ponga en ejecución.

La parte principal y dominante en tu alma manténgase firme é inmóvil contra los movimientos lenes ó ásperos, excitados en el cuerpo, ni se mezcle ó tome parte en ellos, antes bien prescríbale sus límites y reprima en los miembros aquellas sugestiones y afectos. Y cuando por aquella simpatía que resulta de la unión del alma con el cuerpo se entrometiesen en la parte principal, entonces[1] no[1] Esta doctrina.podrá parecer qne raya y se da la mano con el Quietismo, si se toma y entiende superficialmente; pero bien examinada, es de mejor calibre que la inacción y pasión de Molinos. De varios lugares de Séneca y Epicteto resulta : primero, que los estoicos reconocían, aun en el apetito de un sabio, los movimientos involuntarios é inimpedibles, que parte prevenian á la razón, parte la resistían; segundo, que por ellos el sabio á diferencia del ignorante, no alterna en sus opiniones; tercero, sino que después de haher sentido en su imaginación la impresión de las ideas, excitadas por la conmoción del apetito, las reprueba y rechaza; cuarto, que en esta repulsa y resistencia de las tales especies 6 halagüeñas ó terribles, consiste el oficio de un sabio; quinto, el cual no debe pretender el privilegio de no sentir los afec-


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