de costumbres. ¿Y qué cosa podrás hallar más agradable.que la prudencia, cuando pensares que tienes en tí una facultad adornada de ciencia é inteligencia, la cual nunca tropiece y que en todo corra con prosperidad y acierto? Las cosas á la verdad de tal suerte están escondidas y ocultas, que á no pocos filósofos, y éstos nada vulgares, les parecieron que absolutamente eran incomprensibles[1]; aun los mismos estoicos fueron de dictamen, que eran muy difíciles de comprender; y es que todo nuestro juicio y asenso está sujeto y expuesto á errar; porque en dónde hallarás uno que pueda vanagloriarse de ser infalible é · inmutable? Da un paso ya hacia los mismos objetos, y hallarás de cuán poca dura y qué viles son, pudiendo pasar al dominio de un joven obsceno, de una ramera y de un ladrón; adelántate un poco más y mira de cerca las costumbres de aquellos con quienes vives, entre los cuales con dificultad podrá uno[1] La historia sobre el criterio de la verdad es muy larga para que se pueda reducir á la brevedad de estas notas; no obstaute, diré en primer lugar, que Sócrates dió ocasión á la opinión de los que excluían el criterio de la verdad diciendo que sólo se podia saber que no se sabe nada; segunda, que los nuevos acadéunicos enseñaban la suspensión del juicio en todo, y en tanto grado, que negaban que uno ni aun supiese esto mismo, que nada sabia; tercera, que los pirrónicos pasaron más allá, afirmando : ex his quæ videntur esse, nihil magis esse, quam non esse ; cuarta, que los estoicos, enemigos jurados de los acadéinicos, se declararon á favor del criterio de la verdad, que ponian en la evidencia de las ideas; aunque por otra parte confesaban ser tal la naturaleza de los objetos, la debilidad de los sentidos y la temeridad de la expuesto á ver una cosa por otrantasía, que á no ser uno un lince, estaba
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MORALISTAS GRIEGOS.