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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

manco y mutilado si uno cortase y desconcertase, por poco que fuese, la conexión y contigüidad tanto de sus partes cuanto de sus causas particulares; y con todo, tú, cuanto es de tu parte, lo quisieras cortar y desunir, y aun en cierta manera lo haces cuando te disgustas con lo que en el mundo acaece.

Si no se te compusiere siempre el que cada una de tus acciones sea hecha conforme á las máximas rectas de la Filosofía, no por eso debes cobrarla hastío, caer de ánimo ni impacientarte; antes bien, rechazado, vuelve á embestir de nuevo, dándote por satisfecho con tal que el mayor número de tus acciones sea conforme con la obligación de un hombre, y abrazando de veras la resolución que te mueve á insistir, no volviendo á la Filosofía y ejercicio de la virtud como vuelve el niño al pedagogo, sino como los que padecen mal de ojos suelen volver á sus remedios, al pincel y á la clara del huevo, ó como el otro recurre á la cataplasma, y el otro al baño; porque haciéndolo así nada echarás menos, á fin de dejarte persuardir de la razón; antes con placer adherirás á lo que ella te dictare. Ten asimismo presente que la Filosofía quiere solamente aquellas cosas que tu naturaleza quiere[1]; ¿y tú querrás otra cosa que no sea conforme con la Naturaleza? Pues qué cosa puede darse más gustosa que éstas? No es verdad que por este cebo del gusto te engaña el deleite? Pero repara y mira con atención si te será más placentera la magnanimidad, la liberalidad, la ingenuidad, la igualdad de ánimo, la pureza y santidad[1] La sentencia es sana, si por naturaleza se entiende la razón y no las inclinaciones del apetito viciado.


  1. 1,0 1,1