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MORALISTAS GRIEGOS.

cuán acertado será no imitar la conducta de aquellos que, como muchachos, siguen á ciegas las pisadas de sus padres y mayores, gobernados por una mera tradición.

Así como tú, si alguno[1] de los dioses te hubiese dicho que mañana, ó, á lo más, después de mañana, habías de morir, tendrías en nada el morir después de mañana, antes que mañana mismo, sino es que fueses en extremo vil y cobarde; porque, ¿qué viene á ser el espacio de un día que había de mediar? Del mismo modo piensa que no debe reputarse por cosa grande el que mueras al cabo de muchísimos años ó mañana mismo.

Es muy del caso pensar continuamente cuántos médicos murieron después de haber encogido muchas veces las cejas sobre los enfermos, en señal de que los desahuciaban; cuántos matemáticos, después que predijeron la muerte á otros, pareciéndoles hacer en ello una cosa grande, murieron también; cuántos filósofos, habiendo dicho mil divinidades acerca de la muerte é inmortalidad, no obstante perecieron; cuántos bravos y excelentes soldados, habiendo dado la muerte á otros muchos, también tuvieron el mismo fin; cuántos tiranos, abusando de su poder sobre las vidas ajenas con gran fiereza y crueldad, como si ellos fuesen inmortales, del mismo modo fallecieron. Y cuántas ciudades, por decirlo así, murieron: Helice, Pompeya, Herculano y otras innumerables. Sigue también considerando sucesi- [1] Nieremberg, en su Temístocles y Eterno, lib. 1, cap. I1, se aprovechó de este pasaje de Marco Aurelio.


  1. 1,0 1,1