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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

·67 no dirás tú, hablando con el mundo: ¡Oh querida ciudad de Jove! No te cargues con muchos negocios, dice el otro[1], si quieres vivir quieto; pero mira, si fuera mejor el haberlo dicho así: carga con los negocios necesarios y con cuantas ocupaciones la razón dicta á un vi- .viente por su naturaleza político y sociable, y procura cumplir con ellas como la misma razón lo sugiere, porque el hacerlo así, no sólo acarrea aquella quietud que nace del obrar rectamente, sino también aquel sosiego que lleva consigo el no tener mucho que hacer. Porque si uno supiese cercenar las más de aquellas cosas que los hombres decimos y hacemos no siendo necesarias, se hallaría más desocupado y con menor perturbación; de aquí se colige que es muy del caso reflexionar en cada una de las Cosas, si alguna de ellas será ó no una de las necesarias. Además de que no sólo conviene cercenar las acciones no necesarias, pero aun los pensamientos ociosos, porque de esa suerte no serán supérfluas las acciones que sobrevinieren.

Examina contigo mismo cómo te va en la profesión que haces de hombre sabio y virtuoso; de hombre, digo, que se propone el conformarse con las dispo- .siciones de la providencia, y el contentarse con un modo de obrar justo y con una disposición de ánimo lleno de bondad.

¿Has entendido esto? atiende, pues, á esto otro: no te perturbes; dilata tu corazón: ¿ves que peca alguno? sobre su cuenta peca ó para st hace; &te ha sucedido algo bueno? desde el principio los hados[1] El otro que lo dijo fué Demócrito.


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