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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

también memoria de cuántos son los que hasta aqui dados á la enemistad, al odio, á las sospechas, á las pendencias y contiendas, al cabo murieron[1] y fueron reducidos á cenizas; créeme, podrás ya con estas reflexiones dejar de enojarte contra nadie.

¿Pero quizá llevas pesadamente las disposiciones y sucesos del universo? mira, dejarás de disgustarte renovando en tu memoria aquel dilema[2]: una de dos, ó la providencia ó los átomos lo levan ast, ó teniendo presentes aquellas razones con las cuales se sin querer, ó contra su intento. Si se exanina lo que los antiguos pretendian decir en aquella sentencia, se verá que no es otra cosa que la que en las escuelas se oye cada día : Nemo amat malum, qua malum, neque odit bomum, qua bonum.

De este principio evidente dedujeron una consecuencia obscura: todos pecan sin querer. El misterio ó enigma puede descifrarse del modo siguiente: hay en el pecudo su bien fisico, útil ó deleitable; hay también su mal moral, torpe y contrario á la ley. El que peca se deja llevar de la idea del bien fisico, á éste ama sólo; no atiende como pudiera y debiera á la idea del mal moral; antes desvia de ésta los rjos del alma; y así se verifica que, considerando el pecado como bien, lo ama por razón del bien fisico; y no queriendo considerarlo como á mal, d ja de aborrecerlo por razón del mul moral. Peca, pues, no porque ame el mul moral, en cuanto es su mal ; supuesto que mal, en cuanto mal, ni se ama, ni se puede amar; sino que por amar el bien fisico deja de aborrecer el mal mural, del cual aparta la vista.

[1] La metáfora con que explica las riñas, bregas, contiendas y pendencias es tomada de las escaramuzas de la tropa ligera.

[2] Ěl dilema, más filosófico que racional, tiene esta fuerza : los eventos, ó son dirigidos por una sabia providencia, ó son producidos por una temeraria fortuna, cual es el concurso ciego de los átomos. Si lo primero, es propio de la Religión el conformarse con ellos, pues son ordenados por Dios; si lo segundo, es oficio de la prudencia el resistirles, oponiendo contra su temeridad nuestro consejo, y haciendo de la necesidad un libre ejercicio de paciencia.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1