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estimable en los ingeniosos coloquios pastoriles que escribió en verso y se imprimieron despues de su muerte; pero esta edicion es absolutamente desconocida, y solo nos ha quedado uno entero y un fragmento de otro. Por estas obras mereció el nombre de padre del teatro español; y en ellas mismas, y en el testimonio unánime de los hombres doctos que se las vieron representar, se hallará la razon que tuvo su patria para colmarle de elogios, y recomendar á la posteridad su memoria.

El valenciano Juan de Timoneda[1], contemporáneo suyo, su amigo y editor de sus obras, le imitó en algunas piezas cómicas que compuso en prosa, no desnudas de mérito por la facilidad de la diccion, la rapidez del diálogo, y la regularidad de la fábula. Las que hizo en verso no merecen el mismo elogio, pues ademas de que la versificacion de Timoneda es trabajosa y desalinada, queriendo darles novedad, se valió para conseguirlo (aunque no en todas ellas) de incidentes imposibles y personages maravillosos, que no existiendo en la naturaleza, no son á propó-

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