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Discurso

En otra edad habian merecido las rudas producciones de nuestra dramática mas favorable acogimiento: los mas esclarecidos personages la protegieron y la cultivaron, siendo igualmente estimada en los palacios y en los templos; pero aquella época habia pasado ya. Fernando el Católico, cuyo desabrido caracter habian hecho mas melancólico la vejez y las dolencias, nunca unió las prendas de literato ni estudioso á las que tuvo de buen caballero, de politico y prudente rey.

Germana de Fox, extrangera á nuestra lengua y nuestras costumbres, no era la protectora que inas convenia para fomentar el teatro. Felipe I y toda su corte, venidos de Flandes para introducir en el palacio desconocidas etiquetas y ceremonias, hecho esto, no hicieron mas; ni la temprana muerte de aquel soberano permitió otra cosa. Carlos V viajando[1] y guerreando mientras reinó, flamenco, y rodeado de flamencos que se disputaron con escandalosa codicia las dignidades y los tesoros de la nacion, ni contribuyó al esplendor de nuestro teatro, ni supo conocerle: su corte ambulante y guerrera imitaba las

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