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gar de seguir á los franceses, luego que se rindió Peñíscola á nuestras armas, huyó de ella y fue á Valencia ocupada ya por las tropas españolas, y se presentó, como hombre á quien no remordia la conciencia de ningún delito, al general en gefe. Mas éste no viendo en Moratin sino uno que pertenecia al partido frances, le trató con rigor, y mandó despues de otras providencias embarcarle en un falucho que le condujo á Barcelona. Alli le dieron favorable acogida el baron de Ecoles y el marques de Casacagigal, y asimismo don Francisco Javier de Castaños y el marques de Campo Sagrado, capitanes generales que fueron sucesivamente del principado. Entretanto la guerra seguida con encarnizamiento por espacio de seis años, en los cuales la nacion entera habia hecho heroicos sacrificios para rescatar á su Monarca, se acercaba á su término. Ya pisaban las tropas españolas el territorio frances, ahuyentados del nuestro casi todos los ejércitos enemigos, y por el norte los de las potencias coligadas ganando repetidas victorias amenazaban muy de cerca arruinar el imperio de Bonaparte. Vino éste por fin á suelo; y restituido el Rey N. Sr. y Luis XVIII á los tronos de sus mayores, se celebró la paz de París, descansando Europa de las porfiadas contiendas y grandes calamidades de los años anteriores. La tranquilidad que de nuevo empezaba á disfrutarse, dió ocasion á Moratin para que agradecido á los favores del actor Felipe Blanco, hiciese para su beneficio á fines de 1814 otra traduccion de Moliere, á saber: El Médico á palos, tomada de la que intituló aquel ilustre poeta: Le Médecin malgré lui. A pesar de todo era su situacion tan deplorable que estaba expuesto á perecer de hambre; pero el Rey N. Sr. empezó desde luego á dispensarle su generosa proteccion. Mandó que se le admitiese al juicio de purificacion que solicitaba; declaró que Moratin no estaba comprendi-