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Discurso

multiplicándose por todas partes las compañías cómicas, llegaron á establecerse en la corte, ocupando los dos corrales[1] de la Cruz y el Príncipe, construido el primero en el año de 1579, y el segundo en el de 1582.

En ellos empezaron á oirse con admiracion los fáciles versos del jóven Lope de Vega, aquel hombre extraordinario á quien la naturaleza dotó de imaginacion tan fecunda, de tan afluente vena poética, que en ninguna otra edad le ha producido semejante. Nada estimaba el público en los teatros si no era de Lope: los demas poetas vieron que el único medio de adquirir aplausos era imitarle, y por consiguiente abandonaron el estudio de los buenos dramáticos de la antigüedad, las doctrinas de los mejores críticos, y aquellos preceptos mas obvios que dicta por sí solo el entendimiento sin necesidad del ejemplo ni de la lectura.

Al acabarse el siglo XVI[2], no cumplidos los cuarenta años de su edad, ya habia dado Lope á los teatros mas de cuatrocientas comedias, improvisadas, ya se entiende, como todas las que

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