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Estábase Apolo durmiendo la siesta á mas y mejor en un mullido catre de pluma: un mosquitero verde le defendía de pelusa y moscas: la alcoba tenebrosa y fresca: el palacio en profundo silencio; y el dios bien comido, mejor bebido, y nada cuidadoso. Roncaba pues su reluciente Magestad haciendo retumbar las bóvedas; y Mercurio que se habia quedado traspuesto en un chiribitil cercano, dábase á Pluton, por no darse al diablo, viendo que los bufidos de su hermano no le dejaban pegar los ojos.

En esto se ocupaban las dos referidas deidades, cuando de repente se levantó tal estruendo en los patios, corredores y portalón del palacio, que parecía hundirse aquella soberbia máquina. Alteróse Mercurio: dio un salto de la cama al suelo, y hubo de perder el juicio hallándose á pie, esto es, sin talares, porque Madama Terpsicore,